miércoles, octubre 14, 2009

Sobre tener muchos "amigos" y otras malas costumbres...

Estoy anonadada, impactada, en shock... Hace unos días me entero de que "mi mejor amiga" ha decidido irse a otro país, dispuesta a cambiar su vida y realizar algunos de sus más anhelados sueños. Claro, me entero por terceros, porque ella misma en nuestra última reunión no me comentó ni una palabra.

Ese día, recuerdo, conversamos e hicimos planes para el próximo noviembre, compartimos varias confidencias y todo parecía normal, dos amigas en una especie de pijamada, hablando de aquellas cosas que no se le cuentan a nadie más. Viéndolo en retrospectiva, no hubo nada que indicara que nuestra amistad había cambiado irreversiblemente.

No soy buena disculpando errores, sobre todo cuando pudieron prevenirse, pero con mis amigos y amigas soy flexible porque los quiero y sé que como humanos reaccionan y meten la pata, muchas veces sin querer. Sí, es cuestionable la naturaleza inocente del error, pero son mis amigos y aprendo a vivir con ellos tal como son, ellos lo hacen conmigo!

Pero cuando deliberadamente hacen algo para lastimarme y, además, me lo dicen directamente, qué se supone que debo hacer?!

No soy perfecta, ellos tampoco, pero si dañas a propósito y con orgullo, el término AMIG@ queda fuera de lugar, todo lo compartido empieza a perder valor y la confianza se torna peligrosa. Sí, he cometido la estupidez de ver amig@s donde sólo ha existido interés, conveniencia, hipocresía y actuación de alto nivel.

Quedan unos cuantos, pocos en realidad, mezclados con una cantidad enorme de personas que por momentos, resultan agradables, entretenidos, pero nunca leales, incondicionales y sinceros... A esos poquitos los valoro y espero que se mantengan cerca, porque son los que me recuerdan quién soy y lo que valgo, qué doy y qué merezco, por qué vale la pena sonreír y compartir los momentos importantes.

Y todos aquellos que no son amigos, sino espejismos, les agradezco su paso por mi vida, pues me enseñan a equivocarme cada vez menos y a ser prudente con la confianza y el cariño. No todos son dignos de amor, pero sí, al menos, dignos de reconocimiento.