miércoles, mayo 18, 2016

Cumplir años y otras celebraciones.

A punto de cumplir 35 años...sin esposo, sin hijos, 
sin propiedades, sin postgrado.
Con una vida feliz, con un profesorado de Yoga recién empezado, con canciones que canto acompañada de gente talentosa, con un novio que no es perfecto -¡igual a mí!-, con amigos que están aunque no estén, con textos a medio escribir, fotos que necesitan mejor iluminación y recetas de cocina siempre sin sal (por precaución).
Con un ticket de avión por usar, con zapatos que me olvidé bajo la cama hace dos años, con una lista de tragos por probar que sigue creciendo y con grupos de Whatsapp que jamás tienen actividad. Con más sueños que días en la semana, con una agenda llena planes pero no de compromisos, con una mamá que viene de visita y me hace sentir de 11 años, por la cual vale la pena limpiar toda esa agenda y posponer hasta el 02/06.
Con fiaca, con frío, con ganas de un té o de una cerveza -me es indiferente-, con risas escandalosas, con algunas lágrimas nostálgicas que empiezan a tener sentido, con alguna cana asomando y sin ganas de teñirme, porque así soy yo, demasiado imperfecta para las aspiraciones ajenas pero absolutamente perfecta para la vida que construyo en mis términos, en mis tiempos, con la compañía de quienes no se asustan fácilmente.
35 años, decidida a nunca más dejar mi felicidad en manos de nadie, ni mis decisiones sometidas a las opiniones de otros, ni mis deseos amarrados a condiciones ajenas. Mi vida es mía, mis años han empezado a ser míos también y nunca fui más feliz al mirarme al espejo, porque soy honesta conmigo, porque no me guardo secretos ni dudas y porque estoy lista para ser cada vez más YO.

viernes, noviembre 06, 2015

Aren’t you glad you didn’t have Tinder?

Like the creepy urban legend phrase, for many people in their 30’s it’s a relief that dating apps have appeared only a few years ago.

Smartphones are life itself. If you don’t have one, you are nowhere to be found, you just don’t exist. But 20 years ago it wasn’t like that and we just can’t remember what life was like without social networks, GPS, Google tools and all that stuff.

The symptoms are more or less the same in kids, teenagers and young adults: they don’t look at people when having a conversation and they can barely have a normal one. Most of them prefer sending an email, a text, a DM, an Inbox or whatever you want to call it. Remember those limits mom imposed for phone calls after 10pm? Well, they’re gone thanks to Line, Whatsapp, Telegram, Viber and Skype voice messaging, which makes you part of a conversation that’s simultaneously happening in 2, 3, 4 or more countries –or maybe just at the same dinner table.

When did we become such digital addicts? When did our younger siblings, kids, coworkers and customers lose the ability to interact with others face-to-face? Isn’t it scary that people nowadays use their phones to work, shop, drive and even date?

Vanity Fair published a chronicle about how dating is evolving to a new type of transaction fostered by apps like Tinder, Happn, Hinge, among others. The piece called ‘Tinder and the Dawn of the “Dating Apocalypse”’ gives us a closer look on how young adults establish fast, disposable, shallow relationships on the premise of “there’s too much out there to see, I don’t want to be missing something better”. That made me think of my youth days. I believed exactly the same thing, but I was geographically limited by the bar I would be in, or the city I lived in, or the boyfriend I had. I could only date one guy per night, a couple nights a week tops. And I’d probably run out of options in a few months, until I’d meet a new group of friends and start all over again.

If I look back, the impact Tinder could have had on my dating life would have been huge: limitless amounts of guys potentially available to date, anytime, anywhere, commitment free. 
But who’d I be dating?

I’m a little too old for Tinder and I’m glad that’s the way it is. I can’t imagine going out with someone just because he has a cute picture and happens to be near me. It almost feels like people-shopping, as if it’s impossible to establish deeper connections, like feelings are something too complex to explain through an Inbox or a voice message. Friendships depend on the amount of messages you reply, or pictures you share, but everybody is too busy to go for a cup of coffee or to visit you at home on a Sunday afternoon. Are we better friends via Facebook, Twitter or Instagram? And if so, who can we count on when we are down? Should we just post a sad song to express our feelings and hope for some comforting comments to appear within minutes?

   

jueves, abril 17, 2014

Sacando la basura y limpiando la casa.


Como hacemos todos los días - o al menos 3 veces por semana - hoy agarré todas esas historias del pasado que me han hecho algún tipo de daño y las tiré a la basura, sin lágrimas ni de tristeza ni de felicidad, pero con una amplia sonrisa que expresa mi agradecimiento. He acumulado mucha mugre en los últimos veinte años y tocó hacer limpieza general, con especial énfasis en el área emocional.

Sí, saqué varias bolsas llenas de instantes en los que 
entregué mi felicidad a manos ajenas.

Creo que todos sabemos a qué me refiero: la aprobación de mami y papi, la presión de ser buen ejemplo para los hermanos menores, el orgullo de la familia, la simpatía de los profesores, tener muchos amigos, tener pocos amigos reales, el respeto del jefe, la admiración de los colegas, ser "la novia"...Bla, bla, bla. Si realmente necesitáramos de todo esto para vivir, nos preocuparía mucho menos la contaminación del aire y el agua.

Para ser quienes somos lo único que necesitamos es conocernos y permitirnos actuar desde lo que sentimos. Conocernos antes de actuar nos da coherencia y conciencia de que somos causa y efecto a la vez. Actuar desde lo que sentimos, y no desde lo que pensamos, facilita el camino que transitamos y nos ayuda a reconocer y respetar al otro, en su propio camino, haciendo su proceso tal como nosotros llevamos a cabo el nuestro.

Cada vez que le permitimos a otros definirnos, le entregamos el poder de elevarnos o destruirnos en segundos, de moldearnos con características que no son nuestras, o quizás sí pero deberíamos saberlo nosotros, no ellos, no los otros. Pero, lo que es peor, lo hacemos responsable de lo que nos pasa, de cómo nos sentimos, de las decisiones que tomamos.

Llámalo Dios, Mamá, Director-de-Información, Vecino-de-mierda, Presidente-de-la-Nación. Todos van a tener "la culpa" de algo en nuestras vidas cuando, en realidad, cada quien está viviendo su personal e intransferible proceso.

He elegido dejar ir las opiniones ajenas, las críticas, las imposiciones y los consejos-no-solicitados. También dejo atrás los momentos en que esas palabras y actitudes hicieron efecto en mí, haciendo caso de ellas, me convertí en alguien que no me gustó ser: lastimé, critiqué, empujé, menosprecié y llegué incluso a odiar a algunos. Lo lamento.

A partir de hoy pretendo ser responsable de mi vaina (asunto, tema, peo o como quieran llamarle) y dedicarme a hacer sólo aquello que se condice con lo que siento, a respetar los procesos ajenos y transitar el mío acompañada de quienes puedan entenderlo. No espero a nadie ni exijo nada, no obligo a venir pero tampoco voy a ir si no quiero. Sé que dejo afuera muchas cosas y mucha gente pero si se quedan afuera, es porque ya mi experiencia con ustedes ha terminado y debo hacer espacio para las historias nuevas.

Llegó el momento de despedir a los que hasta ahora manejaron mi vida y tomar el volante, aunque todavía me preocupe ir en subida, con sincrónico.



PD: Esto no implica que ha cambiado mi baja tolerancia a la estupidez o que ya no me den asco las cucarachas, no soy la nueva Dalai Lama. Tampoco implica que deban dejar de decirme cosas lindas, sé valorarlas ¡aunque ya no me importe de quién vengan!

jueves, febrero 06, 2014

Me habla, me habla, me habla...

Hablar es mi fuerte, pueden afirmarlo todos los que me conocen. Hablo cuando quiero, cuando no quiero, cuando me despierto y hasta dormida, hablo con la gente, con mis mascotas, con el reflejo del espejo y, cuando no hay más nadie, hablo sola.

Hablo tanto que, a veces, no llego a enterarme de las opiniones de mis interlocutores, ¡porque no llegan a decírmelas! 
O me las dicen...y me acuerdo a los tres o cuatro días. 
Que vergüenza, en serio.

Pero como a todos, me llegó un momento en la vida en el cual me cuestioné si hablar tanto me traía algún beneficio. No soy Deepak Chopra, la gente no me paga [todavía] por hablar, discuto fuertemente por opiniones que expreso sin intención de siquiera reconocer posiciones opuestas - a veces, porque también me gusta tomar las posiciones opuestas ¡para alimentar más argumentos! - y me deja en muy mal lugar ser tan "entusiasta". 

Entonces, después de un larguísimo mes en el que hablé honestamente con Sebas, decidí dejar de hablar, sustituir las palabras por besos, abrazos, apapachos, apurruños, cosquillitas, sonrisitas y ojitos. Cada vez que siento que se aproximan frases largas e intensas, respiro y me las ahorro.

Sí, se siente como que te tragaras una 
cápsula de Omega 3 sin agua. 

Sin embargo, funciona. Parece que hablar menos y expresarme con gestos y actos cariñosos hace bastante bien a las relaciones, aunque para llegar a esto, el otro debe saber qué piensa uno, qué quiere. El secreto no es esconder nuestras palabras, es saber cuando se dijo todo lo necesario y las palabras que siguen en vez de sumar, restan.

Ahora lo miro y sonrío, sin necesidad de aclaratorias, 
porque él me escuchó durante varios años, 
sabe exactamente qué estoy pensando.


Y esto es lo que, seguramente piensa él [escuchar hasta el final]


miércoles, enero 29, 2014

Dos gemelos se van, un toro toma su lugar...


Soy Tauro. No lo digo yo, lo dice un astrólogo-psicólogo-psicoanalista que ayer se dio a la tarea de armar mi carta astral y explicármela como si fuera lo más simple del mundo. Evidentemente el caballero no tuvo noción de la dimensión que tomó esa información que me soltó, casual, relajado, serio, desde su silla de astrólogo-psicólogo-psicoanalista.

Yo, en mi silla de "paciente", casi caigo al piso, aunque mi esfuerzo por mantenerme inmóvil pudo más...
y eso develó uno de mis primero rasgos taurinos. 

Luego vino la descripción de la fortaleza y la terquedad, acompañada de breves comentarios sobre el placer que experimento con la buena comida, la buena bebida, la buena música y la buena vida en general, un placer que trasciende lo común, que se manifiesta en cómo percibe un "taurino" las cosas.

Bueno, soy Tauro, nací como 4 horas antes de que se activara el cuadrante de Géminis o lo que sea y yo, en mi necesidad de sobresalir, asumí ese signo del zodiaco por lo complejo que parecía y las fuertes controversias que despertaba. He vivido la vida del signo equivocado, vi en mí características [polémicas de verdad] que no me pertenecían y, lo que es peor, escogí trabajos y parejas evaluando la [in]conveniencia zodiacal. Eso explica por qué hasta ahora he acumulado muchos kilómetros y me detengo en escalas, pero no he encontrado "el destino".

A los 32 años, me toca redescubrir mi vida (eso le encantaría a mi gurú, que siempre habla de re-inventar, re-descubrir, re-crear...) como una mujer taurina, con sus terquedades, sus necesidades de silencio y naturaleza [ay Dios, ¿¡cuáles cambures?!], sus acciones pacientes y medidas y, por supuesto, su deleite en la buena vida, que se me da bien independientemente del signo que sea.

Tauro...¿quién eres, qué haces, cuál es tu propósito, 
dónde eres más feliz? 

Tengo que conocerte, para conocerme. Tengo que entenderte, para entenderme. Tengo que amarte, para amarme. Quizás mi tendencia a la crítica destructiva contra mí misma, viene dada por la necesidad de ser perfecta y como geminiana nunca lo fui. Ahora puedo empezar todo el proceso, a mi ritmo taurino, y darme permiso de practicar lo que vaya encontrando, soltar el perfeccionismo y quedarme con el juego de volver a construir un YO, diferente.

sábado, diciembre 21, 2013

Licencia para pensar.

Es de conocimiento público que cuando mi mente empieza a dar vueltas sobre un asunto, es porque ya mi sistema nervioso central percibió algo y se puso, efectivamente, nervioso.


Me pasa con frecuencia que me quedo enganchada con temas del trabajo, con alguna rabieta cotidiana, o con una conversación a medio terminar - que se completa en mi cabeza de varias maneras - pero casi siempre son temas...externos.

Esto es diferente, es algo que vi venir y que pude controlar cuando tuve la oportunidad. El problema es que soy pésima poniendo "auto-límites", obligándome a hacer algo por mi bien cuando, en realidad, disfruto un poco del drama.

Eso no es nuevo, pero supongo que olvidé cómo manejarlo...tanto zen, tanto fluir, tanta conversación con Dios, me distrajo de cuestiones terrenales que son [fueron] parte de mi vida.

Cómo se resuelve, no sé, pero sigo pensando en lo que sería, en los universos paralelos, en el "si hubiera".

Y una parte de mí cree que el error es ser tan indulgente conmigo, porque si fuera una amiga le diría ¡BASTA! si fuera una amiga le daría la solución más rápida (esa que siempre tengo a la mano) si fuera una amiga...Pero no lo soy y, además, los supuestos no me ayudan.

¿Alguien sabe si revocan las licencias para pensar?